CAPÍTULO 11, PRIMERA
PARTE
Emily
empezó a caminar a paso rápido por los corredores, dando a entender
que no quería estar cerca mía.
Pensé
en la situación en la que me encontraba, estaba sola, no había
nadie que me agarrara, podía intentarlo, podía escapar. Pero este
pensamiento fue callado por esa vocecita que siempre conseguía
echarme hacia atrás en todos mis planes.
"
¿Cómo narices piensas escaparte listilla? Estás en un edificio que
desconoces." replicaba la voz" Además, por mucho que
pudieras lograr escapar de Emily, algo que dudo, cualquiera de los
otros podría alcanzarte".
Solté
un suspiro y clavé la mirada en el suelo.
Aún
no me hacía a la idea de que fuera a morir. Siempre esperé que mi
muerte llegara de anciana, cuando toda mi vida hubiera estado hecha y
adornada por un par de hermosos hijos que lloraran mi pérdida.
Una
pequeña lágrima empezó a descender por mi mejilla. En cuanto me di
cuenta me apresuré a secármela con la falda del vestido.
"
Lena... ¿qué narices estás haciendo" me reprochaba la voz"
Tienes que mantenerte fuerte, no dejes que te vean como alguien
débil".
Aceleré
el paso, colocándome al lado de Emily, quien formó una mueca de
desaprovación en su rostro al verme.
-¿Para
qué necesita vuestro jefe una pluma mía?- le pregunté, mientras me
sujetaba las manos para disimular su temblor.
Esta
vaciló durante unos segundos antes de responder.
-No
es asunto tuyo.- respondió finalmente con frialdad.
Una
media sonrisa se formó en mi rostro.
-Vamos,
que no te lo ha dicho.- adiviné, alzando una ceja.
-El
arcángel Miguel tendrá sus razones.- se apresuró a decir- Yo
confío en él.
La
forma en la que hablaba de ese tal Miguel me dio a entender que ella
lo admiraba mucho.
Estuvimos
unos minutos más en silencio. Solo el ruído de nuestras pisadas
contra el suelo.
-Emily.-
la llamé de nuevo.
Esta
soltó un suspiro y giró la cabeza para mirarme.
-¿Qué
quieres ahora?- dijo con brusquedad, mientras rodaba los ojos.
Decidí
ignorar su último gesto y proseguir con normalidad.
-Simplemente
me preguntaba, si los ángeles no pueden mentir, ¿cómo es que tú
me mentiste durante tanto tiempo?
-Los
ángeles no podemos mentir, pero, hay otras formas de hacerlo sin
estar mintiendo realmente.- respondió esta.- Si uno se cree su
propias mentiras de manera que las considera como algo verdadero,
cuando las dices, realmente tu subconsciente lo considera como algo
que es verdad. Es un truco que me enseñaron los demonios.
Un
silencio volvió a aparecer entre nosotras. Deseé que aquel pasillo
blanco no terminara nunca. Si algo tenía claro es que no quería
volver con aquellos ángeles y demonios.
Me
detuve de golpe, consiguiendo que Emily se parara también.
-Osea,
consideráis una aberración que un ángel y un demonio se enamoren y
tengan un hijo, pero en cambio, utilizar trucos de demonios y unirse
a ellos es algo bueno.- dije, soltando al fin, todos los pensamientos
que rondaban por mi cabeza.- Sinceramente, no os entiendo.
-Solamente
nos hemos unido por esta vez para acabar contigo. En cuanto lo
hayamos hecho, todo volverá a ser como antes. Seremos enemigos de
nuevo.- replicó Emily.
-¿
De verdad creéis que todo volverá a ser como antes después del
tiempo que habéis estado unidos? ¿Seréis capaces de luchar con
aquellos a los que hace unos días considerábais vuestros
compañeros? Pérmiteme dudarlo.
Observé
como el rostro de Emily se volvía de un color rojo intenso.
-Mira,
no estamos aquí para hablar de eso. Ponte el puto vestido y volvamos
cuanto antes.- gruñó, mientras me señalaba uno de los vestuarios
para que entrase.
Sonreí
para mí misma. Había conseguido ponerla nerviosa, justo lo que
quería.
Hay
veces en las que las verdades pueden doler mucho más que una
mentira.
-.-.-.-.-.-
Tardé
apenas unos minutos en ponerme el vestido. Era largo con una falda
adornada por voluminosos volantes. El apretado corsé hacía que mi
pecho subiera, de manera que sobresalía un poco por el escote en
forma de uve. El tener el pelo de un color rubio con reflejos dorados
y la suave palidez de mi piel, contrastaba a la perfección con el
rojo intenso del vestido. Sentía unas pequeñas rajas a la altura de
los omóplatos, por donde debían salir las alas.
El
camino de vuelta lo pasamos en silencio. Emily de vez en cuando me
dirigía su habitual mirada fría, para comprobar que aún estaba
ahí, que no me había escapado.
"
Como si pudiera" pensé, mientras clavaba mi mirada en el suelo.
Sentía
como la cabeza me daba vueltas. Por mucho que me costara admitirlo
estaba asustada. Asustada de lo que esa panda de chiflados pudiera
hacerme para conseguir que sacara mis alas.
Emily
se paró en seco, y yo, que no la había visto, me choqué contra
ella. Esta soltó una maldición, decidí ignorarla, normalmente me
habría disculpado, pero tratándose de ella, no se merecía mis
disculpas.
Me
abrió la puerta y me hizo un gesto para que pasara yo primero, no
sin antes lanzarme una mirada de odio.
En
la sala se encontraban las mismas personas que antes. Los tres
ángeles y los dos demonios.
Mi
mirada se cruzó con la del ángel con pecas, quien se sonrojó y la
apartó de inmediato.
El
demonio me analizó de arriba a abajo con descaro mientras una
sonrisa se formaba en su rostro, mostrando los dientes como un felino
antes de atacar a su presa.
Visualicé
una silla de madera en el centro de la sala. Había cuerdas colgando
de ella en los reposabrazos y en las patas. Probablemente me atarían
en ella.
El
otro ángel de pelo rizado que había dicho ser el hijo de ese tal
Miguel se aproximó a mí y me agarró la muñeca, guiándome hacia
la silla.
-No
face falta que me agarréis. Puedo ir yo solita.- dije, guiñándole
un ojo al ángel con picardía.
Este
se quedó estupefacto y, dejó caer la mano, dejándome libre. El
demonio apartó al ángel de un empujón mientras me agarraba del
brazo con menos sutileza que el anterior.
-Esta
es una de las razones por las que los ángeles no podéis hacer esto
sin nosotros.- comentó el demonio, mientras me ataba las manos y las
piernas a la silla- Os dejáis llevar por una cara bonita.
Formé
una sonrisa divertida en mi rostro.
-¿No
te fías de mí?- le pregunté en tono burlón.
Este
me devolvió la sonrisa y tras unos segundos en silencio contestó.
-Sabes
que no, preciosa.-
Tras
haberme atado a la silla se arrodilló en frente mía, clavando sus
ojos marrones en mí.
-Bien...
Empezaré por las buenas. Yo de ti lo hacía ahora, antes que tener
que soportar toda la tortura.- prosiguió él- Saca tus alas.-ordenó.
Le
sostení la mirada con indiferencia. No contesté al instante, si no
que me quedé unos segundos callada, para que pensaran que estaba
recapacitando la idea de hacer lo que ellos me pedían a la primera.
Pobres
ingenuos...
-No.-
respondí firmemente.
Entonces
el demonio se levantó de su sitio, arremangándose la camiseta.
-Bien,
tú lo has querido.-
En
cuanto su mirada se posó en mí sentí como si numerosos clavos se
me clavaran en la cabeza. Me agarré con fuerza a los reposabrazos de
la silla, mientras me mordía la lengua para no gritar.
Conforme
más tiempo pasaba más insoportable se hacía el dolor. La cabeza me
acabaría estallando.
Entonces,
sentí como algo descendía por mi cuello, giré la cabeza.
Sangre.
-¿¡Qué
coño me estás haciendo?!- grité, mordiéndome la lengua con tal
fuerza, que empezó a sangrar.
De
repente todo el dolor cesó. La leve tensión a la que habían estado
sometidos mis músculos disminuyó. No pude evitar soltar un suspiro
de alivio. La sangre que descendía por mi cuello empezaba a secarse.
-
Te daré otra oportunidad.- dijo el demonio, mientras caminaba a mi
alrededor con despreocupación- Abre tus alas ya y te ahorrarás todo
esto.
Me
erguí en mi asiento con orgullo.
-No.-
respondí de nuevo.
Entonces
el dolor volvió, y ahora no solo en la cabeza, si no por todo el
cuerpo. Esta vez no pude eviarlo. Un pequeño grito de dolor escapó
por mi boca.
Sentía
como cada una de las venas de mi cuerpo palpitaban. Sangre descendía
por pequeñas aberturas en mis brazos, piernas y cuello. Mis manos se
agarraban cada vez con más fuerza al reposabrazos. Alcé la mirada
hacia el demonio, quien seguía clavando sus ojos en mí sin
compasión. Pequeñas lágrimas empezaron a descender por mis
mejillas, provocando que me pusiera furiosa conmigo misma. Me prometí
que me mantendría fuerte, y en cambio ahora me estaba mostrando como
alguien débil.
Pero,
por mucho que mi cabeza me dijera que dejara de llorar, no podía.
Aquella situación era superior a mí.
El
dolor cesó de nuevo.
El
demonio se arrodilló y limpió mis lágrimas con su dedo gordo,
dejando una caricia en mi mejilla.
-Ya
has visto lo que soy capaz de hacer.- susurró, cerca de mi oído.
Hice
ademán de apartarlo de mí, pero entonces recordé que mis manos
estaban atadas al reposabrazos.
Giré
la cabeza. El acelerado latido de mi corazón me retumbaba en los
oídos. Sentía mi respiración entrecortada.
-Podrías
ahorrarte todo este dolor.- susurró con voz persuasiva en mi oído.-
Todo.
Con
los ojos llorosos, sangre seca que se me pegaba a mi cabello rubio y
los dientes apretados, alcé la mirada y encaré al demonio.
-No.-
respondí, con la voz temblorosa.
Este
soltó gruñido y se apartó de mi bruscamente.
-Vas
a ver lo que es sufrir pedazo de zorra.- escupió, mientras clavaba
sus ojos en mí de nuevo.
Y
entonces grité. Grité como nunca antes había gritado. El dolor
anterior no era nada comparado con este.
Las
lágrimas descendían aceleradamente por mi mejillas.
Empecé
a sacudirme, haciendo fuerza para intentar soltarme del agarre de las
cuerdas. Pero nada de lo que hiciera parecía calmar el dolor que me
recorría todo el cuerpo y eso hacía que gritara de nuevo.
El
ángel de pecas que había permanecido durante toda mi tortura en el
marco de la puerta corrió hacia el demonio.
-¡Para
ya!- gritaba, mientras lo sacudía- ¡La vas a matar!
El
demonio se zafó del ángel golpeándolo con el brazo. En cuanto
desvió su mirada de mí el dolor empezó a desaparecer poco a poco.
La
demonia posó su mano en el hombro del demonio.
-Por
mucho que me pese, Aahron, el pecas tiene razón, recuerda que la
necesitamos viva.- dijo Jenn, intentando tranquilizar al demonio.
Este
se llevó las manos a la cabeza, con el rostro rojo de ira.
-¡No
funciona! ¡Nada funciona!- rugía el demonio.
-Tiene
que haber una manera.- murmuró el ángel de pelo rizado-
Simplemente...
-¡Cierra
la puta boca!- le interrumpió el demonio mientras lo señalaba con
el dedo acusadoramente.- Te gusta hablar y presumir de ser el hijo de
quien eres, pero a la hora de actuar eres un cobarde. ¡Un puto
cobarde!- escupió, dejando al ángel estupefacto.
Seguidamente
empezaron a discutir, pero yo apenas les hacía caso. Las voces
retumbaban contra mis oídos mientras sentía el acelerado latido de
mi corazón más de lo normal.
La
sangre descendía por mis brazos como pequeños riachuelos sin fin.
Y, lo mejor de todo, es que nada de esto me importaba. Tan solo
quería morirme y acabar con esa tortura de una vez por todas.
Apostaba a que el mundo de los muertos me trataría mucho mejor de lo
que lo había hecho este.
Empezaron
a pesarme los ojos, intenté mantenerme despierta, pero fue entonces
cuando la oscuridad se adueñó de todo el lugar, y no pude hacer
nada para volver.
.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Aquella
constante oscuridad empezó a tomar forma, transformándose en una
habitación que me resultaba muy familiar. Lo primero que mis ojos
captaron fue al chico de pelo castaño y hermosa mirada de ojos
azules. Erick.
Parecía
nervioso, andaba de un lado a otro de la habitación, llevándose las
manos a la cabeza con desesperación.
-¿Seguro
que no la has visto?- preguntó al chico de mirada amarillenta.
James
se hallaba apoyado en la pared de brazos cruzados. Había algo
diferente en él. Estaba tenso, algo para nada habitual en su actitud
despreocupada.
-Ya
me lo has preguntado más de cinco veces.- respondió el chico
rodando los ojos- Y la respuesta sigue siendo la misma que hace un
minuto. Ya te he dicho todo lo que sabía, la última vez que la vi
fue hace dos días.
Erick
frunció el ceño, mientras murmuraba cosas para sí mismo.
-Menuda
bronca nos va a caer...-comentó el demonio- Nuestra única misión
era procurar que no le pasara nada y la hemos cagado. Los de la A.P.U
nos van a matar.
Erick
se giró de golpe, fulminando a James con su mirada de ojos azules.
-¿¡La
A.P.U?! ¡La A.P.U puede irse a la mierda!- explotó el ángel-
Alguien se ha llevado a Lena. Podrían estar... Torturandola o...
Obligándole ha hacer algo que ella no quiere o... Incluso podrían
estar matándola ahora mismo... Y todo por mi culpa... Debería haber
estado con ella, yo...
James
le interrumpió antes de que pudiera continuar.
-¡Te
quieres callar de una puñetera vez! Lamentándote como una nenaza no
vas a conseguir nada. Tenemos que actuar.
-¿Y
cómo piensas ''actuar'' listillo? Oh, ¡ya sé! Preguntemos a la
primera persona que pase por Lena, seguro que sabe donde está. La
rescataremos y viviremos felices para siempre.- ironizó el moreno,
rodando los ojos.
Quería
gritarles que estaba allí mismo, junto a ellos. Pero por muchos
esfuerzos que hacía, las palabras no salían por mi boca.
Entonces,
justo cuando James y Erick salieron discutiendo por la puerta, la
escena cambio.
Aquella
oscuridad volvió, y empezó a tomar forma de gran salón de paredes
rojas adornado por una enorme lámpara de araña.
Sentado
en un sofá color café se encontraba un hombre de mediana edad,
cruzado de brazos y mirando con severidad a dos apuestos jóvenes que
conocía de sobra. James y Erick.
-¿Tenéis
idea de que en una misión tan simple como proteger a la chica habéis
fracasado?- les preguntaba el hombre, mirándolos con dureza.
Ambos
jóvenes asintieron con la cabeza cabizbajos. Incluso James, que
solía mostrarse más rebelde en estas situaciones, no se atrevía a
cuestionar las palabras del hombre.
-Señor...
Tiene... Tiene que haber alguna manera para encontrarla.- murmuró
Erick con nerviosismo- Usted tiene contactos en zonas enemigas,
podría enviarles un mensaje para que investigaran por si Lena
estuviera allí.
El
hombre se quedó unos segundos en silencio, moviendo su copa de vino,
de manera que el líquido subía y bajaba.
-¿Tienes
idea de dónde podría tenerla tu padre?- preguntó dirigiéndose a
Erick- Tú eres la persona más cercana a Miguel que conocemos y...
El
jóven de ojos azules le interrumpió antes de que pudiera contestar.
Advertí en que su rostro se ensombreció en cuanto el hombre
mencionó a su padre.
-
Ese hombre no es mi padre.- respondió con sequedad- Dejó de serlo
hace mucho tiempo.
GUAU!!!!! Menudo capítulo!!!! Me ha encantado, ay quiero el siguiente!!!
ResponderEliminarBesos con sabor a zanahoria<3
Quiero YA el proximo capitulo!
ResponderEliminarMe ha encantado!
Oh, mierda.
ResponderEliminarNo lo dejes ahí:(.
Es excelente. Besos:)