jueves, 14 de noviembre de 2013

Capítulo 11, primera parte

CAPÍTULO 11, PRIMERA PARTE
Emily empezó a caminar a paso rápido por los corredores, dando a entender que no quería estar cerca mía.
Pensé en la situación en la que me encontraba, estaba sola, no había nadie que me agarrara, podía intentarlo, podía escapar. Pero este pensamiento fue callado por esa vocecita que siempre conseguía echarme hacia atrás en todos mis planes.
" ¿Cómo narices piensas escaparte listilla? Estás en un edificio que desconoces." replicaba la voz" Además, por mucho que pudieras lograr escapar de Emily, algo que dudo, cualquiera de los otros podría alcanzarte".
Solté un suspiro y clavé la mirada en el suelo.
Aún no me hacía a la idea de que fuera a morir. Siempre esperé que mi muerte llegara de anciana, cuando toda mi vida hubiera estado hecha y adornada por un par de hermosos hijos que lloraran mi pérdida.
Una pequeña lágrima empezó a descender por mi mejilla. En cuanto me di cuenta me apresuré a secármela con la falda del vestido.
" Lena... ¿qué narices estás haciendo" me reprochaba la voz" Tienes que mantenerte fuerte, no dejes que te vean como alguien débil".
Aceleré el paso, colocándome al lado de Emily, quien formó una mueca de desaprovación en su rostro al verme.
-¿Para qué necesita vuestro jefe una pluma mía?- le pregunté, mientras me sujetaba las manos para disimular su temblor.
Esta vaciló durante unos segundos antes de responder.
-No es asunto tuyo.- respondió finalmente con frialdad.
Una media sonrisa se formó en mi rostro.
-Vamos, que no te lo ha dicho.- adiviné, alzando una ceja.
-El arcángel Miguel tendrá sus razones.- se apresuró a decir- Yo confío en él.
La forma en la que hablaba de ese tal Miguel me dio a entender que ella lo admiraba mucho.
Estuvimos unos minutos más en silencio. Solo el ruído de nuestras pisadas contra el suelo.
-Emily.- la llamé de nuevo.
Esta soltó un suspiro y giró la cabeza para mirarme.
-¿Qué quieres ahora?- dijo con brusquedad, mientras rodaba los ojos.
Decidí ignorar su último gesto y proseguir con normalidad.
-Simplemente me preguntaba, si los ángeles no pueden mentir, ¿cómo es que tú me mentiste durante tanto tiempo?
-Los ángeles no podemos mentir, pero, hay otras formas de hacerlo sin estar mintiendo realmente.- respondió esta.- Si uno se cree su propias mentiras de manera que las considera como algo verdadero, cuando las dices, realmente tu subconsciente lo considera como algo que es verdad. Es un truco que me enseñaron los demonios.
Un silencio volvió a aparecer entre nosotras. Deseé que aquel pasillo blanco no terminara nunca. Si algo tenía claro es que no quería volver con aquellos ángeles y demonios.
Me detuve de golpe, consiguiendo que Emily se parara también.
-Osea, consideráis una aberración que un ángel y un demonio se enamoren y tengan un hijo, pero en cambio, utilizar trucos de demonios y unirse a ellos es algo bueno.- dije, soltando al fin, todos los pensamientos que rondaban por mi cabeza.- Sinceramente, no os entiendo.
-Solamente nos hemos unido por esta vez para acabar contigo. En cuanto lo hayamos hecho, todo volverá a ser como antes. Seremos enemigos de nuevo.- replicó Emily.
-¿ De verdad creéis que todo volverá a ser como antes después del tiempo que habéis estado unidos? ¿Seréis capaces de luchar con aquellos a los que hace unos días considerábais vuestros compañeros? Pérmiteme dudarlo.
Observé como el rostro de Emily se volvía de un color rojo intenso.
-Mira, no estamos aquí para hablar de eso. Ponte el puto vestido y volvamos cuanto antes.- gruñó, mientras me señalaba uno de los vestuarios para que entrase.
Sonreí para mí misma. Había conseguido ponerla nerviosa, justo lo que quería.
Hay veces en las que las verdades pueden doler mucho más que una mentira.
-.-.-.-.-.-

Tardé apenas unos minutos en ponerme el vestido. Era largo con una falda adornada por voluminosos volantes. El apretado corsé hacía que mi pecho subiera, de manera que sobresalía un poco por el escote en forma de uve. El tener el pelo de un color rubio con reflejos dorados y la suave palidez de mi piel, contrastaba a la perfección con el rojo intenso del vestido. Sentía unas pequeñas rajas a la altura de los omóplatos, por donde debían salir las alas.
El camino de vuelta lo pasamos en silencio. Emily de vez en cuando me dirigía su habitual mirada fría, para comprobar que aún estaba ahí, que no me había escapado.
" Como si pudiera" pensé, mientras clavaba mi mirada en el suelo.
Sentía como la cabeza me daba vueltas. Por mucho que me costara admitirlo estaba asustada. Asustada de lo que esa panda de chiflados pudiera hacerme para conseguir que sacara mis alas.
Emily se paró en seco, y yo, que no la había visto, me choqué contra ella. Esta soltó una maldición, decidí ignorarla, normalmente me habría disculpado, pero tratándose de ella, no se merecía mis disculpas.
Me abrió la puerta y me hizo un gesto para que pasara yo primero, no sin antes lanzarme una mirada de odio.
En la sala se encontraban las mismas personas que antes. Los tres ángeles y los dos demonios.
Mi mirada se cruzó con la del ángel con pecas, quien se sonrojó y la apartó de inmediato.
El demonio me analizó de arriba a abajo con descaro mientras una sonrisa se formaba en su rostro, mostrando los dientes como un felino antes de atacar a su presa.
Visualicé una silla de madera en el centro de la sala. Había cuerdas colgando de ella en los reposabrazos y en las patas. Probablemente me atarían en ella.
El otro ángel de pelo rizado que había dicho ser el hijo de ese tal Miguel se aproximó a mí y me agarró la muñeca, guiándome hacia la silla.
-No face falta que me agarréis. Puedo ir yo solita.- dije, guiñándole un ojo al ángel con picardía.
Este se quedó estupefacto y, dejó caer la mano, dejándome libre. El demonio apartó al ángel de un empujón mientras me agarraba del brazo con menos sutileza que el anterior.
-Esta es una de las razones por las que los ángeles no podéis hacer esto sin nosotros.- comentó el demonio, mientras me ataba las manos y las piernas a la silla- Os dejáis llevar por una cara bonita.
Formé una sonrisa divertida en mi rostro.
-¿No te fías de mí?- le pregunté en tono burlón.
Este me devolvió la sonrisa y tras unos segundos en silencio contestó.
-Sabes que no, preciosa.-
Tras haberme atado a la silla se arrodilló en frente mía, clavando sus ojos marrones en mí.
-Bien... Empezaré por las buenas. Yo de ti lo hacía ahora, antes que tener que soportar toda la tortura.- prosiguió él- Saca tus alas.-ordenó.
Le sostení la mirada con indiferencia. No contesté al instante, si no que me quedé unos segundos callada, para que pensaran que estaba recapacitando la idea de hacer lo que ellos me pedían a la primera.
Pobres ingenuos...
-No.- respondí firmemente.
Entonces el demonio se levantó de su sitio, arremangándose la camiseta.
-Bien, tú lo has querido.-
En cuanto su mirada se posó en mí sentí como si numerosos clavos se me clavaran en la cabeza. Me agarré con fuerza a los reposabrazos de la silla, mientras me mordía la lengua para no gritar.
Conforme más tiempo pasaba más insoportable se hacía el dolor. La cabeza me acabaría estallando.
Entonces, sentí como algo descendía por mi cuello, giré la cabeza.
Sangre.
-¿¡Qué coño me estás haciendo?!- grité, mordiéndome la lengua con tal fuerza, que empezó a sangrar.
De repente todo el dolor cesó. La leve tensión a la que habían estado sometidos mis músculos disminuyó. No pude evitar soltar un suspiro de alivio. La sangre que descendía por mi cuello empezaba a secarse.
- Te daré otra oportunidad.- dijo el demonio, mientras caminaba a mi alrededor con despreocupación- Abre tus alas ya y te ahorrarás todo esto.
Me erguí en mi asiento con orgullo.
-No.- respondí de nuevo.
Entonces el dolor volvió, y ahora no solo en la cabeza, si no por todo el cuerpo. Esta vez no pude eviarlo. Un pequeño grito de dolor escapó por mi boca.
Sentía como cada una de las venas de mi cuerpo palpitaban. Sangre descendía por pequeñas aberturas en mis brazos, piernas y cuello. Mis manos se agarraban cada vez con más fuerza al reposabrazos. Alcé la mirada hacia el demonio, quien seguía clavando sus ojos en mí sin compasión. Pequeñas lágrimas empezaron a descender por mis mejillas, provocando que me pusiera furiosa conmigo misma. Me prometí que me mantendría fuerte, y en cambio ahora me estaba mostrando como alguien débil.
Pero, por mucho que mi cabeza me dijera que dejara de llorar, no podía. Aquella situación era superior a mí.
El dolor cesó de nuevo.
El demonio se arrodilló y limpió mis lágrimas con su dedo gordo, dejando una caricia en mi mejilla.
-Ya has visto lo que soy capaz de hacer.- susurró, cerca de mi oído.
Hice ademán de apartarlo de mí, pero entonces recordé que mis manos estaban atadas al reposabrazos.
Giré la cabeza. El acelerado latido de mi corazón me retumbaba en los oídos. Sentía mi respiración entrecortada.
-Podrías ahorrarte todo este dolor.- susurró con voz persuasiva en mi oído.- Todo.
Con los ojos llorosos, sangre seca que se me pegaba a mi cabello rubio y los dientes apretados, alcé la mirada y encaré al demonio.
-No.- respondí, con la voz temblorosa.
Este soltó gruñido y se apartó de mi bruscamente.
-Vas a ver lo que es sufrir pedazo de zorra.- escupió, mientras clavaba sus ojos en mí de nuevo.
Y entonces grité. Grité como nunca antes había gritado. El dolor anterior no era nada comparado con este.
Las lágrimas descendían aceleradamente por mi mejillas.
Empecé a sacudirme, haciendo fuerza para intentar soltarme del agarre de las cuerdas. Pero nada de lo que hiciera parecía calmar el dolor que me recorría todo el cuerpo y eso hacía que gritara de nuevo.
El ángel de pecas que había permanecido durante toda mi tortura en el marco de la puerta corrió hacia el demonio.
-¡Para ya!- gritaba, mientras lo sacudía- ¡La vas a matar!
El demonio se zafó del ángel golpeándolo con el brazo. En cuanto desvió su mirada de mí el dolor empezó a desaparecer poco a poco.
La demonia posó su mano en el hombro del demonio.
-Por mucho que me pese, Aahron, el pecas tiene razón, recuerda que la necesitamos viva.- dijo Jenn, intentando tranquilizar al demonio.
Este se llevó las manos a la cabeza, con el rostro rojo de ira.
-¡No funciona! ¡Nada funciona!- rugía el demonio.
-Tiene que haber una manera.- murmuró el ángel de pelo rizado- Simplemente...
-¡Cierra la puta boca!- le interrumpió el demonio mientras lo señalaba con el dedo acusadoramente.- Te gusta hablar y presumir de ser el hijo de quien eres, pero a la hora de actuar eres un cobarde. ¡Un puto cobarde!- escupió, dejando al ángel estupefacto.
Seguidamente empezaron a discutir, pero yo apenas les hacía caso. Las voces retumbaban contra mis oídos mientras sentía el acelerado latido de mi corazón más de lo normal.
La sangre descendía por mis brazos como pequeños riachuelos sin fin. Y, lo mejor de todo, es que nada de esto me importaba. Tan solo quería morirme y acabar con esa tortura de una vez por todas. Apostaba a que el mundo de los muertos me trataría mucho mejor de lo que lo había hecho este.
Empezaron a pesarme los ojos, intenté mantenerme despierta, pero fue entonces cuando la oscuridad se adueñó de todo el lugar, y no pude hacer nada para volver.
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Aquella constante oscuridad empezó a tomar forma, transformándose en una habitación que me resultaba muy familiar. Lo primero que mis ojos captaron fue al chico de pelo castaño y hermosa mirada de ojos azules. Erick.
Parecía nervioso, andaba de un lado a otro de la habitación, llevándose las manos a la cabeza con desesperación.
-¿Seguro que no la has visto?- preguntó al chico de mirada amarillenta.
James se hallaba apoyado en la pared de brazos cruzados. Había algo diferente en él. Estaba tenso, algo para nada habitual en su actitud despreocupada.
-Ya me lo has preguntado más de cinco veces.- respondió el chico rodando los ojos- Y la respuesta sigue siendo la misma que hace un minuto. Ya te he dicho todo lo que sabía, la última vez que la vi fue hace dos días.
Erick frunció el ceño, mientras murmuraba cosas para sí mismo.
-Menuda bronca nos va a caer...-comentó el demonio- Nuestra única misión era procurar que no le pasara nada y la hemos cagado. Los de la A.P.U nos van a matar.
Erick se giró de golpe, fulminando a James con su mirada de ojos azules.
-¿¡La A.P.U?! ¡La A.P.U puede irse a la mierda!- explotó el ángel- Alguien se ha llevado a Lena. Podrían estar... Torturandola o... Obligándole ha hacer algo que ella no quiere o... Incluso podrían estar matándola ahora mismo... Y todo por mi culpa... Debería haber estado con ella, yo...
James le interrumpió antes de que pudiera continuar.
-¡Te quieres callar de una puñetera vez! Lamentándote como una nenaza no vas a conseguir nada. Tenemos que actuar.
-¿Y cómo piensas ''actuar'' listillo? Oh, ¡ya sé! Preguntemos a la primera persona que pase por Lena, seguro que sabe donde está. La rescataremos y viviremos felices para siempre.- ironizó el moreno, rodando los ojos.
Quería gritarles que estaba allí mismo, junto a ellos. Pero por muchos esfuerzos que hacía, las palabras no salían por mi boca.
Entonces, justo cuando James y Erick salieron discutiendo por la puerta, la escena cambio.
Aquella oscuridad volvió, y empezó a tomar forma de gran salón de paredes rojas adornado por una enorme lámpara de araña.
Sentado en un sofá color café se encontraba un hombre de mediana edad, cruzado de brazos y mirando con severidad a dos apuestos jóvenes que conocía de sobra. James y Erick.
-¿Tenéis idea de que en una misión tan simple como proteger a la chica habéis fracasado?- les preguntaba el hombre, mirándolos con dureza.
Ambos jóvenes asintieron con la cabeza cabizbajos. Incluso James, que solía mostrarse más rebelde en estas situaciones, no se atrevía a cuestionar las palabras del hombre.
-Señor... Tiene... Tiene que haber alguna manera para encontrarla.- murmuró Erick con nerviosismo- Usted tiene contactos en zonas enemigas, podría enviarles un mensaje para que investigaran por si Lena estuviera allí.
El hombre se quedó unos segundos en silencio, moviendo su copa de vino, de manera que el líquido subía y bajaba.
-¿Tienes idea de dónde podría tenerla tu padre?- preguntó dirigiéndose a Erick- Tú eres la persona más cercana a Miguel que conocemos y...
El jóven de ojos azules le interrumpió antes de que pudiera contestar. Advertí en que su rostro se ensombreció en cuanto el hombre mencionó a su padre.

- Ese hombre no es mi padre.- respondió con sequedad- Dejó de serlo hace mucho tiempo.

3 comentarios :

  1. GUAU!!!!! Menudo capítulo!!!! Me ha encantado, ay quiero el siguiente!!!
    Besos con sabor a zanahoria<3

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  2. Quiero YA el proximo capitulo!
    Me ha encantado!

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  3. Oh, mierda.
    No lo dejes ahí:(.
    Es excelente. Besos:)

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