CAPÍTULO
8, SEGUNDA PARTE
Cruzar
el portal al principio me resultó algo aterrador. Entrar en un
agujero negro en la pared trasera de la academia no me hacía
demasiada gracia, pero entonces pensé en Naomi y en sus grandes ojos
marrones abiertos de par en par, mientras me contaba alguna de sus
estúpidas anécdotas que tanto me hacían reír. Debía cruzar el
portal, lo haría por ella.
Miré
a Erick y James, quienes me contemplaban, esperando a que dijera
algo. Entonces me acerqué a ellos y les di una mano a cada uno. Los
guié hacia el portal y juntos, lo atravesamos.
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Choqué
contra el suelo fuertemente. Tosí un par de veces a causa del polvo
mientras mi cabeza daba vueltas y vueltas. Me sentía muy mareada.
Escondí la cabeza entre las manos y me quedé así durante unos
segundos.
-Por
lo visto a alguien no le sientan demasiado bien los viajes en
portal.- dijo James, con su habitual tono burlón.
Quité
las manos de mi rostro y alcé la cabeza para poder mirar a James,
quien me ofreció una mano para ayudar a levantame. Probablemente en
otra ocasión la habría rechazado y me habría levantado yo misma,
pero me sentía tan mareada y confusa, que por una vez la acepté,
dejando que me levantara.
Una
vez estuve de pie sacudí mi vestido, el cual estaba lleno de polvo.
-¿Dónde
está Erick?- pregunté, mientras recorría mi mirada por los
alrededores en su busca.
-Está
cerrando el portal.- respondió el demonio con indiferencia.
Entonces
oí unos pasos a nuestras espaldas y a alguien tosiendo. James y yo
nos giramos prácticamente a la vez, encontrándonos con un Erick
recubierto de polvo, quien nos dedicaba una media sonrisa.
-Listo.-
dijo, mientras volvía a toser- Ya podrían limpiar este sitio de vez
en cuando.- protestó, sacudiéndose el polvo de la ropa.
Me
acerqué a él, colocándome a su lado. Por mucho que me costara
admitirlo, tenía que reconocer que estar cerca de él me
reconfortaba, hacía que me sintiera segura.
Lo
miré de reojo, su cabello castaño estaba despeinado y sus ojos
azules relucían en la oscuridad.
-¿Dónde
estamos?- pregunté, mientras le echaba un vistazo al oscuro lugar.
-Estamos
en las afueras del refugio de los Hartn.- explicó él- Solo los que
han sido invitados a entrar tienen acceso al refugio.-
-¿Y
cómo se supone que vamos a entrar?- pregunté, echando un vistazo a
el lugar, el cual estaba totalmente desierto. -No sé si vosotros,
pero yo aquí no veo nada.
Entonces,
justo cuando pronuncié la última frase, una puerta dorada se
materializó ante nosotros. Brillaba con tanta fuerza que me lloraban
los ojos si la miraba demasiado tiempo seguido.
Erick
avanzó y abrió la puerta, la cual tenía una larga escalera de
caracol dentro. Iba a seguirle cuando sentí una presencia a mis
espaldas.
-¿Y
ahora? ¿Ves algo, hermosa?- dijo James en tono burlón.
Sus
labios rozaron ligeramente mi oreja con cada una de sus palabras.
Gruñí y lo aparté de mí, comenzando a subir tras Erick.
Después
de una hora caminando, empecé a temer que esas escaleras no acabaran
nunca. ¿Y si los Harnt eran tan malvados como James y Erick decían
y nos habían dejado atrapados en una escalera sin fin?
Mis
piernas empezaron a tambalearse. Después de una hora de subida,
estaba agotada. Me paré durante unos segundos para recobrar el
aliento.
James,
quien estaba detrás mía, posó una mano en mi espalda, provocando
que pegara un pequeño brinco.
-Vamos
Lena, ya queda poco.- me animó este, mientras que sus ojos
amarillentos relucían como los de un gato.
Asentí
con la cabeza y subí unos cuantos peldaños hasta que Erick se
detuvo ante una puerta. Vaciló durante unos instantes hasta que,
finalmente se decidió a abrirla. Una luz cegadora entró por las
escaleras, que habían estado todo el trayecto a oscuras. Parpadeé
unos instantes hasta acostumbrarme a la luz y decidí seguir a Erick,
quien ya había cruzado a la habitación.
Oí
a James gruñir junto a mí.
-No
entiendo esa manía que tenéis los ángeles por tener esta molesta
luz por todos los lados.- se quejó el demonio.
-Sentimos
no poder complacer sus deseos, hijo de Lucifer.- dijo una fría voz a
nuestras espaldas.
Nos
giramos los tres prácticamente a la vez. Donde hace unos instantes
se encontraba aquella puerta dorada que nos había conducido hasta
aquí, ahora había un jóven ángel de tez pálida y cabello
totalmente blanco. Sus alas estaban estendidas, dándole un aspecto
imponente.
Dio
un paso hacia nosotros y clavó sus ojos en mí, pude advertir en que
sus ojos presentaban un extraño color violeta y, sorprendentemente,
no tenían pupila. Me observó de arriba a bajo, no había descaro en
su mirada, simplemente curiosidad.
-Veo
que la habéis traido.-
Erick
y James se miraron entre ellos y asintieron levemente.
Entonces
el ángel dio media vuelta y se internó en un corredor, que,
sorprendentemente estaba oscuro, a diferencia de toda la estancia.
Erick
dudó durante unos instantes, pero finalmente, siguió al ángel, de
manera que James y yo hicimos lo mismo.
Aquel
corredor estaba prácticamente a oscuras, por suerte, la intensa luz
de las alas del ángel, nos permitían ver lo necesario para guiarnos
por allí.
De
repente algo me rozó la pierna, provocando que pegara un pequeño
brinco. Bajé la mirada para ver que era. Una araña. Suspiré
aliviada, mientras la sacudía para quitármela de encima.
Entonces
sentí como una mano se entrelazaba con la mía, dándome un suave
apretón. Alcé la mirada, de manera que pude ver a Erick, quien
tenía la mirada perdida en el corredor, pero, sorprendentemente
sonreía. La forma de su perfil era perfecta. Sus largas pestañas
tapaban sus relucientes ojos azules. Su nariz era recta, pero
presentaba una pequeña curva en el principio, lo que le daba un
aspecto adorable. Y sus labios... Sus labios relucían levemente,
dándoles un aspecto demasiado apetecible.
Me
mordí el labio y desvié la mirada, quitando aquellas absurdas ideas
de mi mente.
No
podía dejar de pensar en mis manos, entrelazadas con las de Erick,
sus manos presentaban un tacto duro, no eran suaves, pero su tacto me
resultaba agradable.
Entonces
el ángel Hartn que nos guiaba se detuvo y abrió una puerta,
dejándonos pasar a nosotros primero.
Le
devolví el apretón a Erick justo antes de soltar su mano. No me
apetecía tener que soportar algún comentario sarcástico de James.
La
sala en la que nos encontrábamos era sumamente amplia. La luz
presentaba un extraño color violeta, que hizo que se me erizaran los
pelos de la nuca. Había montones de estanterias con miles de
recipientes de cristal con líquidos de diferentes colores en ellos.
Además, había grandes ollas, en las que se encontraban a lo que
deduje que serían más ángeles Hartn, encapuchados, mientras
removían o echaban líquidos en el contenido de las ollas.
Aquel
lugar me daba mala espina.
Entonces
el ángel que iba con nosotros se separó y se dirigió hacia las
grandes estanterías repletas de recipientes. Advertí en que sus
alas habían desaparecido de su espalda, provablemente las habría
recogido sin que me hubiera dado cuenta.
Miré
hacia mi izquierda, donde se encontraba James, cruzado de brazos
mordiéndose el labio con nerviosismo.
"
Un momento... ¿James nervioso? Eso sí que es nuevo." pensé,
esbozando una pequeña sonrisa din darme cuenta.
El
ángel que nos había guiado hasta aquí regresó, sosteniendo un
pequeño recipiente de un color azul oscuro en sus manos. Se dirigió
hacia Erick y se lo tendió, quien contemplaba al ángel con sorpresa
en sus ojos.
-Bien.
Ya tenéis la poción que anula los efectos del adormecimiento.
Ahora, nos quedamos con la chica.- dijo el ángel, dirigiéndose a
mí.
Miré
a Erick asustada, quien había abierto los ojos como platos.
-Espera,
espera... ¿Qué es eso de quedarse con la chica?- preguntó James,
alzando una ceja.
-¿Pensábais
que no pediríamos nada a cambio de un elixir tan potente?- dijo el
ángel, mientras nos miraba con indiferencia.- Lo dijimos claramente
hijo de Lucifer, vosotros traéis a la chica y os damos el elixir.
Entonces
Erick, quien se había quedado en estado de shock, intervino en la
conversación. Sus ojos azules miraban con odio al ángel.
-Que
yo sepa, el trato era que lleváramos a la chica con nosotros, nadie
dijo nada de intercambiarla por el elixir.- protestó Erick con una
frialdad inapropiada en él.
El
ángel Hartn sonrió con malicia.
-Exacto,
dijimos que queríamos que la trajérais con vosotros, pero no
dijimos nada de que le fuéramos a dejar regresar.-
Abrí
la boca para contestar, pero las palabras no querían salir de ella.
Porque, aunque me costaba reconocerlo, el ángel tenía razón. Ellos
no especificaron en ningun momento que me fueran a dejar salir.
-Bien...
Pues si ese es el precio que hay que pagar por el elixir, no
aceptamos el trato.- dijo James, mientras daba media vuelta dispuesto
a salir por la puerta.
Entonces,
justo cuando iba a tocar el manillar, la puerta desapareció por
completo. Este dio media vuelta anodadado, su cara estaba más pálida
de lo normal y miró al ángel con un profundo odio.
Este
se encogió de hombros.
-Si
os negáis a dejar a la chica aquí. Tendréis que quedaros los
tres.-
-Pero...
¿De qué os sirve tenerme aquí?- hablé al fin, notaba mi garganta
reseca y gotas de sudor resbalaban por mi frente- No podéis matarme.
Les dijísteis a James y Erick que no lo haríais y los ángeles no
mienten.
-Estás
en lo cierto.- dijo el Hartn, mientras daba un paso hacia a mí-
Nosotros no te mataremos. Te investigaremos durante un par de días y
luego te daremos a Miguel, quien está realmente interesado en
matarte.
-¿Desde
cuándo los Hartn elegís un bando?- se apresuró a decir Erick- Que
yo sepa a los Hartn siempre os ha gustado manteneros alejados de
todos los problemas estúpidos entre ángeles y demonios.
-Cuando
una buena suma de piedras sagradas está por el medio, todo cambia.-
dijo el ángel, encogiéndose de hombros.
Entonces
oí unos pasos a nuestras espaldas. Alguien más acababa de aparecer
en la sala.
-Vaya,
vaya, vaya...- dijo una seductura voz femenina a nuestras espaldas.
Podía
escuchar el suave ruído de sus tacones al chocar contra el suelo
mientras andaba. Se sitió frente a nosotros y nos contempló durante
unos instantes en silencio. No podía ver su aspecto, debido a que
una capa cubría su rostro ensombrenciéndolo. De repente empezó a
desabrochar los botones de su capa, hasta que finalmente se la quitó,
tirándola al suelo. Era una chica jóven, tendría uno o dos años
más que yo. Llevaba el pelo recogido en una larga trenza que le
llegaba hasta la cintura. Llevaba ropa realmente ajustada, haciendo
que se marcaran cada una de las curvas de su esbelto cuerpo. Pude
dislumbrar el trozo de un tatuaje que sobresalía por su clavícula.
Era hermosa.
Su
mirada de salvajes ojos verdes se clavaron en Erick, mientras una
seductora sonrisa se formaba en su rostro.
Mire
a Erick de reojo, quien estaba serio, devolviéndome la mirada a la
chica. A pesar de que no habían dicho nada, pude deducir que se
conocían.
-Dios
mío, ¿pero a quién tenemos aquí?- dijo, mientras daba un paso
hacia Erick.- ¿Cuánto hacía que no nos veíamos? ¿Dos? ¿Tres
años quizás? Es un placer volver a verte.
Erick
formó una mueca en su rostro.
-Es
una lástima que no pueda decir lo mismo, Maira.- contestó,
cruzándose de brazos.
La
chica chasqueó la lengua y lo recorrió de arriba a abajo con
descaro.
-Por
lo visto sigues igual de borde.- dio un paso más hacia él,
quedándose a escasos centímetros de su rostro- Pero hay que
reconocer que estás más guapo.- posó la mano sobre su bícep,
acariciándolo- Y por lo que veo, también más fuerte.
De
repente sentía unas terribles ganas de alejar a esa chica de Erick,
¿¡qué narices se creía que estaba haciendo?!
Entonces,
sorprendentemente, él sonrió y miró a Maira con diversión.
-A
ti, por lo visto el haberte unido a los Hartn no te ha cambiado.-
dijo, sin apartar la mirada de sus ojos.- Sigues igual de
desesperada.
Esta
miró con rabia a Erick y se apartó de él. No pude evitar que una
pequeña sonrisita se formara en mi rostro.
-Ya
basta Maira.- dijo el ángel Hartn, mientras posaba una mano en el
hombro de la chica.- Llevarlos a los calabozos.- ordenó a las
personas encapuchadas que estaban rociando brebajes en las ollas.
Estos
dejaron lo que estaban haciendo y se dirigieron hacia nosotros. Maira
se aproximó a Erick y le susurró algo al oído que no pude
entender, este frunció el ceño y se apartó de ella. Mientras
dejaba que los guardias le pusieran las esposas sin apenas oponer
resistencia.
Yo
pataleé varias veces, pero al final decidí rendirme, ya que hiciera
lo que hiciera, ellos eran mucho más fuertes que yo.
Heeey lectoras, ¿qué tal?
Hoy no tengo demasiado tiempo para hablar ya que me voy YA.
En fin, os dejo "Can We Dance" de The Vamps.
Estoy demasiado obsesionada con esta canción JAJAJA
ADIOOOOS GUAPETONAS :)
Primera en comentar!!!!
ResponderEliminarAyy!!!! Quiero el siguiente!!!! Lo has dejado muy emocionante!!! Que les pasara a tus (nuestros) protagonistas?????
Besos con sabor a zanahoria<3
WAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!
ResponderEliminarsiguiente♥