CAPÍTULO
10, PRIMERA PARTE
Me
aferré a las sábanas con fuerza mientras me recostaba en la cama.
Solté un pequeño bostezo, provocando que mis ojos empezaran a
abrirse lentamente. Parpadeé un par de veces hasta abrirlos por
completo.
La
primera imagen que mis ojos captaron fue la de un enorme cuadro, el
cual representaba a una criatura con características propias de un
ángel y un demonio. Fruncí el ceño extrañada, ¿desde cuándo yo
tenía un cuadro así en mi habitación? Me pellizqué el brazo
derecho, asegurándome de que no era un sueño.
Decidí
sentarme en la cama, tapándome aún con las sábanas y eché un
rápido vistazo a la habitación. Estaba pulcramente ordenada y
repleta de cuadros y bocetos sin terminar. Olfateé durante unos
segundos, de manera que un agradable olor a lavanda entró por mis
fosas nasales. Tenía claro a que persona pertenecía aquella
habitación, pero lo que más me inquietaba es que no tenía ni idea
de que narices hacía yo allí.
Entonces
el manillar de la puerta empezó a girar, hasta que esta se abrió
del todo. El jóven de ojos azules entró a la habitación. Llevaba
la camisa blanca del uniforme de la escuela sin la corbata, con los
dos primeros botones desabrochados, lo que le daba un aspecto
informal y elegante al mismo tiempo. Su cabello castaño relucía, lo
que hacía que me entraran unas terribles ganas de acariciarlo.
Erick
al verme sonrió, mostrando su blanca dentadura.
-Veo
que ya estás despierta.- dijo, mientras se sentaba en el borde de la
cama.
Advertí
en que llevaba una bolsa en la mano, este, al ver que la miraba me la
tendió.
-No
ibas a llegar al desayuno, a si que te guardé algo para que no te
murieras de hambre.- explicó.
Le
sonreí agradecida, mientras abría la bolsa para ver lo que había
traído. La sonrisa en mi rostro se ensanchó al ver su contenido,
bizcocho de chocolate y pastas.
-¡Amo
el chocolate!- exclamé en tono infantil, provocando que Erick
soltara una pequeña carcajada.
Entonces
alzó su mano derecha y retiró un mechón de pelo que caía en mi
rostro para esconderlo tras mi oreja. Al retirar la mano dejó una
leve caricia en mi pelo, provocando que un escalofrío recorriera
todo mi cuerpo.
Me
perdí por unos instantes en sus hermosos ojos azules, los cuales me
observaban con dulzura. Sentía como mi corazón latía
aceleradamente. ¿Qué me estaba pasando?
Finalmente
él carraspeó, mientras retiraba la mirada.
-Entonces,
¿te gusta lo que te he traído?- preguntó.
Asentí
con la cabeza.
-Sí,
muchas gracias, enserio.- dije, dedicándole una tímida sonrisa.-
Erick.- este se giró en cuanto pronuncié su nombre- No quiero
parecer grosera pero, ¿por qué estoy en tu habitación?
-¿Recuerdas
ayer cuando fuimos a darle la pócima a Naomi?- asentí con la
cabeza, de manera que él prosiguió con su explicación- Pues bueno,
insististe en quedarte hasta que despertara y, de tanto esperar te
quedaste dormida en el sillón de visitas.
Bajé
la mirada avergonzada, solo a mí se me ocurriría quedarme dormida
en una enfermería.
-Y,
como no despertabas, no iba a dejarte ahí durmiendo, así que decidí
llevarte a mi habitación.- dijo, dedicándome una media sonrisa.
Me
quedé embobada contemplando la forma de sus pómulos cuando sonreía.
Sacudí la cabeza de manera que una idea me vino a la mente, ¿quería
decir eso que había dormido en la misma cama que Erick toda la
noche? Mis mejillas enrojecieron solo de pensar en el suave tacto de
su cuerpo contra el mío y, aunque me costara admitirlo, una parte de
mí estaba furiosa de no haber estado despierta para disfrutarlo.
-Sé
lo que debes estar pensando y, no.- empezó a decir Erick- Dormí en
el suelo. No quería que me vieras como uno de esos chicos que se
aprovechan de las mujeres cuando no son conscientes. Yo no soy así,
supongo que eso es algo más propio de James.- dijo mientras se
encogía de hombros.
Solté
un pequeño suspiro de alivio y pensé en lo mal que lo debía de
haber pasado el pobre durmiendo en el suelo toda la noche. Posé una
mano en su hombro, mientras le dedicaba una sonrisa.
-Muchas
gracias por todo.- dije- Por cierto... ¿Te dolió?- pregunté
tímidamente.
Este
alzó una ceja divertido.
-¿El
dormir en el suelo?- preguntó, de manera que yo asentí con la
cabeza.- Tampoco fue para tanto, solo bichos gigantes de grandes
dientes intentaron arrancarme los ojos para darle de comer a sus
crías, por lo demás, fue una noche tranquila.- bromeó él.
-Sería
una pena.- comenté.
-¿Una
pena el qué?- preguntó él extrañado.
-Me
gustan tus ojos.- respondí, encogiéndome de hombros.
Después
de cambiar mi estropeado vestido por uno totalmente limpio y terminar
mi desayuno, me dirigí hacia la enfermería para ver si Naomi ya
había despertado. Erick, quien se había ofrecido enseguida a
acompañarme, iba junto a mí.
Finalmente
llegamos a una puerta. Erick la abrió, haciéndome un gesto para que
pasara yo primero. Entré, esperando que él me siguiera, pero se
quedó en la puerta.
-¿No
vas a acompañarme dentro?- pregunté, sin poder evitar que mi voz
adquiriera un tono de desilusión.
El
negó con la cabeza, mientras alzaba la mano derecha y dejaba una
corta caricia en mi mejilla.
-Es
tu mejor amiga, supongo que tendréis muchas cosas de las que
hablar.- dijo, encogiéndose de hombros.
Le
dediqué una tímida sonrisa y, seguidamente, di media vuelta para
internarme en la enfermería. Nada más entrar, oí una voz que se me
hizo extrañamente familiar.
-¡Quiero
salir de aquí! ¡Hablo enserio enfermera! Me encuentro
perfectamente, ¿ve?- esa voz chillona proveniente de detrás de una
de las cortinas provocó que una ancha sonrisa se formara en mi
rostro.
-Señorita,
lleva 12 días en coma, tiene que entender que no puedo dejarla salir
así de repente.- decía con impaciencia la voz que debía ser de la
enfemera.
-Anda
Naomi, haz caso a la enfermera, es su trabajo, ella sabe lo que
hace.- esta voz masculina también se me hizo conocida. Christian.
Fui
corriendo hacia la cortina tras la que se encontraba mi mejor amiga,
ignorando las protestas de una bajita enfermera, que me reñía por
correr por la sala.
Descorrí
la cortina de un tirón, encontrándome con Naomi sentada en el borde
de la cama moviendo las piernas como loca, para demostrarle a la
enfermera que se encontraba en perfecto estado. Mientras tanto,
Christian estaba de pie, de brazos cruzados, repimiendo una carcajada
al ver a su hermana.
Carraspeé,
provocando que todos se giraran para mirarme. Naomi abrió los ojos
como platos, mientras se levantaba de un salto de la cama y se
avalanzaba hacia mí. Me abrazó fuertemente, provocando que casi me
quedara sin respiración.
-¡Lena!-
chillaba, mientras me apretaba con más fuerza.
Hice
una mueca, me estaba dando justamente en el brazo por el que me
habían agarrado los guardias el otro día.
-Naomi...
Me... Estas aplastando...- dije con dificultad.
Esta
al darse cuenta de la fuerza de su agarre me soltó mientras me
dedicaba una radiante sonrisa.
-¿Y
a mí no me abrazas?- preguntó Christian, poniendo morritos.
Le
sonreí y rodeé mis brazos en su cuello, mientras él me atraía
hacia su cuerpo cogiéndome por la cintura.
-No
sé como lo has hecho... Pero estoy seguro de que has tenido algo que
ver en que Naomi despertara, te estaré eternamente agradecido.-
susurró cerca de mi oído, de manera que solo yo lo pude oír.
Seguidamente
me soltó, guiñándome un ojo. Volvía a ser el Christian que
conocí.
Naomi
pasaba la mirada de su hermano hasta mí, alzando una ceja.
-¿Me
he perdido algo?- preguntó.
La
miré algo extrañada, no entendía a que se refería. Le dirigí una
corta mirada a Christian de reojo, vi un suave rubor en sus mejillas.
-¿A
qué te refieres?- le pregunté, frunciendo el ceño.
Esta
hizo un gesto con las manos, quitándole importancia.
-En
fin... ¿Nos vamos a comer? ¡Me muero de hambre!- dijo Naomi,
mientras se levantaba de un salto de la cama.
Estábamos
apunto de salir por la puerta cuando la enfermera que antes había
estado atendiéndola se interpuso en nuestro camino.
-Usted
se queda aquí señorita.- dijo con firmeza señalando a Naomi con el
dedo.
Esta
bufó, y volvió enfurruñada hasta su cama de la enfermería
mientras murmuraba insultos contra la enfermera.
-¿Te
apetece que vayamos nosotros a comer?- le pregunté a Christian.
Él
asintió con la cabeza, mientras me dedicaba una pequeña sonrisa.
La
comida con Christian estaba resultando realmente agradable. Estar con
él hacia que me olvidara de mis problemas raros de ángeles y
demonios y que me sintiera como una chica normal.
Acababa
de terminar de comer cuando un brazo se posó en mi hombro,
provocando que me girara. A mis espaldas se encontraba James, con su
carácterística pose despreocupada y con toda la atención de las
chicas puesta en él, ya que no le quitaban ojo de encima.
Miró
a Christian son suficiencia mientras dejaba una suave caricia en mi
largo cabello.
-¿Te
importa que te la robe un momento?- preguntó guiñándole un ojo.
Me
levanté de la silla antes de que Christian, quien miraba a James
enarcando una ceja, contestara.
-Ahora
luego vuelvo.- dije, dedicándole una pequeña sonrisa.
Este
asintió con la cabeza, frunciendo ligeramente el ceño. Una persona
normal se habría sentido culpable al dejarlo allí solo, pero no era
mi caso. La culpabilidad era un sentimiento que nunca había sentido,
probablemente fuera por mis genes demoniacos.
James
andaba unos pasos delante mía, con las manos metidas en los
bolsillos mientras silvaba con despreocupación. Salimos fuera de la
academia, y se sentó en uno de los bancos que quedaban enfrente del
lago.
-Es
increíble.- comentó James, rompiendo el silencio.- Tienes al humano
totalmente enamoradito de ti.
-¿De
qué narices estas hablando?- gruñí, frunciendo el ceño.
-Del
humano con el que comías.- explicó- Menuda cara puso cuando te
levantaste para ir conmigo.- dijo, mientras reprimía una risa.
-¡Christian
no está enamorado de mí!- protesté- Es solo mi amigo.
El
demonio formó esa media sonrisa tan propia de él en su rostro. Se
levantó del banco y avanzó unos pasos hacia mí. Le devolví la
mirada indiferente. No le daría el placer de intimidarme tan
fácilmente.
-¿Y
él, Lena? ¿Sabe qué es solo tu amigo?- preguntó, alzando una
ceja.
-Si
es para esto para lo que me has llamado, me iré.- estallé, mientras
desviaba la mirada para que no viera el rubor que empezaba a formarse
en mis mejillas.- Tengo mejores cosas que hacer que perder mi tiempo
hablando con un idiota.
Este
me cogió del brazo antes de que me pudiera ir, provocando que me
girara, quedando a escasos centímetros de él. Sus ojos amarillos me
analizaban con atención, consiguiendo ponerme nerviosa.
-No
es eso para lo que te he llamado.- susurró, arrastrando las palabras
de una manera realmente sexy.
Avanzó
un paso más hacia mí, haciendo que la distancia entre nosotros se
volviera aún más corta. En cuanto me di cuenta me solté de su
agarre, alejándome de él.
-Y
bien... ¿Para qué me has llamado entonces?- pregunté, intentando
ocultar mi nerviosismo.
-Simplemente
quería hablar de lo que hiciste el otro día, cuando nos rescataste
a Erick y a mí.- explicó, mientras adquiría una actitud seria
demasiado extraña en él- Por lo visto no solo desarrollas poderes
angélicos. Tu parte demoniaca está empezando a salir a la luz.
-Mira,
si estás hablando de lo que le hice al ángel Hartn ese, prefiero
que dejes el tema, solo pensar en que controlé la mente del hombre
hace que me sienta culpable.- mentí, intentando que mi voz sonara lo
más sincera posible.
La
sonrisa en el rostro de James se ensanchó.
-Y
encima mentirosa.- comentó en tono burlón, mientras se cruzaba de
brazos- Puede que tus mentiras te funcionen con el angelito, pero yo
soy un demonio. Miento tanto como tú, o incluso más, diría yo.
-¿Y
bien? ¿Qué pretendes que te diga? ¿Qué disfruté controlando la
mente de un pobre hombre? Pues mira, es la verdad. ¿Qué no me
siento culpable de lo que hice? Totalmente cierto.- bufé, mientras
alzaba la mirada.- ¿Contento?
El
demonio asintió con la cabeza.
-Eso
a lo que tú llamas controlar la mente, nosotros lo llamamos
persuadir.- explicó James- Por lo que me han contado, tu madre era
realmente buena persuadiendo a la gente, quizás lo hayas heredado de
ella.
-Yo
no soy buena persuadiendo a la gente y no he heredado nada de mi
madre, ¿entendido?- gruñí, mientras daba media vuelta para volver
a la academia.
-¿No
me digas que aún sigues con el estúpido pensamiento de que los
ángeles son los buenos y los demonios los malos?- gritó a mis
espaldas- ¿Por qué te niegas en admitir que sangre de demonio fluye
por tus venas?
-Porque...
Porque...-balbuceé, intentando buscar una respuesta coherente.
Este
posó una mano en mi hombro.
-Estoy
asustada, ¿vale?- admití, manteniéndome de espaldas a él.- ¿Estás
contento? ¿Es eso lo que querías oír?
Noté
como sus manos jugueteaban con mi largo cabello. Entonces lo apartó
hacia un lado, dejándolo todo sobre el lado izquierdo. Apoyó la
cabeza mi hombro, provocando que una suave caricia recorriera mi
cuello.
-Todo
se arreglará.- susurró.
Me
giré una última vez para mirarle a los ojos.
-Siempre
decís lo mismo, pero yo sé que nada volverá a ser como antes.
Tarde o temprano tengo la impresión de que tendré que irme de aquí,
dejando de lado a personas importantes para mí.- dicho esto di media
vuelta y me interné en la academia.
Esta vez
James no me seguía.
Acababa
de terminar de cenar. Fingí tener dolor de cabeza para poder irme a
dormir. Me sentía desganada después de mi última conversación con
James, al que llevaba evitando todo el día.
Mientras
me dirigía de camino a mi habitación me topé con Emily. Quien
formó una sonrisa en su adorable rostro en cuanto me vio.
-¡Lena!
¿Te has enterado? ¡Naomi ha despertado!- dijo con emoción.
Le
devolví la sonrisa, de manera que quedó algo forzada.
-Sí,
es genial...- murmuré desganada.
Tras
unos segundos sumidas en un incómodo silencio Emily habló.
-Se
me perdió un brazalete en el bosque. Es una reliquia familiar muy
importante para mí.- empezó a decir la chica de ojos azules
tímidamente- Me da algo de miedo ir sola a estas horas de la noche a
recuperarlo. Pero sé que no podré dormir con tranquilidad si no lo
llevo puesto. Seguramente no querrás... Pero, ¿te importaría
acompañarme a recuperarlo? - me suplicó, poniendo morritos.- Por
favor...
-Está
bien.- accedí.
¿Cómo
negarme a ayudar a Emily? Ella era una de las personas más adorables
y tiernas que había conocido en mi vida, siempre me ayudaba cuando
podía, por lo que era mi turno de ayudarle a ella.
UY..... No me gusta nada eso de que Lena vaya al bosque.... Pero bueno! Por fin Naomi se ha despertado!!!!
ResponderEliminarQuiero el siguiente
Besos con sabor a Zanahoria<3
Excelente capitulo. Erick es precioso♥
ResponderEliminarBesos
Yo(como siempre) pediré lo mismo: JAAAAACK!!! Venga! Seguro que hay alguna forma, por extraña que sea de meterle en la historia (si es como un angelito mejor) sigue escribiendo!! (pero lo de jack va enserio ;)
ResponderEliminarHello!!!! Hola!!!!!! Wiiiii hace ratos que no te comento!!! asi que me encanto el capitulo!! (aunque me faltan leer unos 2 anteriores jajaja) So! Como estas Maria del perpetuo Socorro? Todo bien? Y se que te debo el regalo de tu cumple asi que lo publique en mi blog... era mucho mas pero no se que paso y como ya he dicho varias veces no se envio el correo... :( o tal vez se envio a tu hotmail? no lo se... Oh! tienes twitter? el mio es @hipstangela por si algo jaja... Nose pero estuve muy feliz escribiendo este comentario jajaja...
ResponderEliminarBye!! Besos!!!